El medio ambiente es de gran importancia para la socialización de un individuo, ya que este proceso transcurre en él. Si este ambiente es maltratado el proceso de socialización no se realizaría correctamente. Por eso el acoso del medio ambiente, y de los espacios públicos, es una preocupación grande.
En la actualidad el espacio público se encuentra acosado por las nuevas modalidades del urbanismo. Hay una especie de “agorafobia”, asedio, rechazo o desprecio por los espacios públicos, al extremo de que la población los considera peligrosos y les tiene miedo, porque no protegen ni son protegidos. Son un territorio abandonado, incluso, de la disputa social. Su mantenimiento prácticamente no existe o es escaso. Se ha convertido en guarida y no en hábitat. Como resultado de este asedio al espacio público, tenemos que la ciudad pierde las posibilidades de construcción y de cohesión sociales, se reduce la participación, se restringe la ciudadanía y se ausenta el estimulo a las prácticas de tolerancia.
El espacio público es
un mecanismo fundamental para la socialización de la vida urbana. La negación de la ciudad
es precisamente el aislamiento, la exclusión de la vida colectiva, la segregación. Quienes
más necesitan el espacio público, su calidad, accesibilidad, seguridad son generalmente los
que tienen más dificultades para acceder o estar: los niños, las mujeres, las personas de pocos recursos, los
inmigrantes recientes. En los espacios público se expresa la diversidad, se produce el intercambio
y se aprende la tolerancia. La calidad, la multiplicación y la accesibilidad de los espacios
públicos definirán en gran medida la ciudadanía.
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